Enfermedades preciosas


Robar palabras, pensar imágenes (a medio hacer) en este cuerpo en descomposición. Cuerpo que espera noticias de dios, carne que espera noticias de quién, germen que aguanta la presión de no ser. Y en vez de nacer, brota. Como una idea inesperada, brilla. Fuerte, más fuerte. Germina... y estalla. Como una bomba. 

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Robar palabras, negar la imagen en este jardín de pesadilla. Modular terrores de amplio espectro (ideológico), nocturnos, cotidianos. De todo este exceso de sueños mal contados, de este superávit de encuentros más allá del espejo, persisten los reflejos invertidos. Realidades paralelas. Mundos por habitar. 

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Pensar el género. Acariciar el sexo. Saberse henchida de sentido… común. Y recordar que meconio es una palabra prohibida, como lo es ese excedente de sueños acumulados, rebosantes de oxitocina. Señoras, elevemos los índices de fe. En nosotras. En las otras. Una vez pasado el abismo, una vez cruzado el umbral, solo queda dejar de ser. 

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Que(r)er ser. Rara. Extranjera. Extraña. La perfecta imperfecta. La perfecta. La imperfecta. La preciosa enferma. La más pequeña. La que mira al frente. La degenerada.

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Qué poesía, qué hechizo, qué mentira disuelta en el espejo. Solo crudeza. Solo sangre. Tumor y clorofila. Vida y hambre

Black Magick


El libro de la sangre

Abandonarse a lo que late, 
a aquello que te empuja al precipicio. 
Dejarse ir.

Parece rojo, 
pero es 
negro. 

Parece vida 
pero es 
leche
  coágulo
    vínculo
       hambre.

Parece mío, 
pero es
nada.

Parece carne, 
uña, pelo, diente,
agua, tierra, sueño, 
miedo, hormona, 
espejo, vientre,
aguja, hilo, 
hierro, oro, fuego,
sangre de mi sangre. 

Mirror, mirror...

Qué bonita se ve, con esos cachetes sonrosados y los labios rojos; con toda esa sangre entre sus piernas, sangre que se le escapa de aquella vieja herida, la única, la primera.

Qué ganas de abrirla como un joyero, por la mitad, y robarle las perlas del estómago.

Qué triste tener que pedirte que sonrías, a cámara; qué triste, y qué fácil.

Epílogo

Permanece, en este cuerpo, el miedo. A la oscuridad. A lo que podría ser. A la sangre entre las manos. Nada que ver con el miedo al propio cuerpo (a lo que se va por el desagüe), a la asignación de género, a querer hacerse responsable de toda aquella propaganda que atraviesa los cerebros y promete confort a dentelladas. No. En un mundo de ciencia ficción como el que nos atenaza, la farmacopedia ha desplazado a Juno y a Deméter. Tener útero poco tiene ya que ver con la tierra fresca y removida. Con el mito. Con la magia. Tiene que ver con la bendita esclavitud de un sistema de poder, con la desobediencia, con Lilith sindicándose porque no quiere que sus hijas se conformen con una mera reforma del contrato.

Eludir la definición: Soy no-mujer. Soy sistema abierto. Salirse del marco. Escribir desde los márgenes, fuera del cuerpo. Pues hay sed de sangre. Y necesidad de pactos. Despiertas y sin miedo. Resucitadas. Vestidas todas de blanco. Nuclear. Preparamos los lienzos yermos desde donde crear un nuevo y bravo mundo.

El talento como metralla orgánica. No es venganza; es empuñar el verbo, asumir el instinto y abrir en canal al enemigo. Frente al espejo.


*Sangrantes. Origami, 2012. 

Doble o nada

Salgo de casa. De casa. Salgo. Porque escribir es como llorar. Muy alto. Llorar. Muy triste. Sobre el televisor. Sobre una agenda.  Sobre toda esa mierda tan bien estructurada. Huyo. De casa. Después de que me llames, y me digas. Después de que me escupas. Mentiras. Con la mina clavada. Bajo la piel. Los dedos sobre las teclas. Estos dedos, estas teclas. Los tristes dedos que me meto en mi triste hueco, ahora sobre las teclas. Antes sosteniendo un pincel, y un lápiz. De ojos. De ojeras. Dibujar el cansancio en este marco, que es espejo, que es dolor de muelas. Que es entrada y a la vez infierno. Personal. El maldito reflejo. Estúpido, sumiso y fiel. Ligado a tu abismo. Sujeto a toda esa tinta derramada, sobre la cama. Sobre este cuaderno. Sobre mi espalda. Corro. Por la calle. Creo que vuelo, pero solo es el viento, que me muerde. Solo el recuerdo, que me mata. Un poco, solo un poco. Y entro, en una papelería. Compro. Dos lápices 2B. Siento. Que resucito. Miento.

I want to believe

Un corazón sonrosado quiero cenar si mañana me voy a morir. Un corazón sonrosado quiero cenar si faltan cien años para el fin. Y dejar de gotear. Dejar de latir. Dejar de gritar. Hacia dentro. Entre tantas deudas mal enunciadas. Entre toda esta tristeza que no termina de irse por el desagüe. Pierna abajo viajan las cuentas que no cuadran, las tildes mal puestas, el dolor intermitente que, por mucho que rece, no cesa. 

Creo. En el presente que se desangra. En los labios que lo contienen. En este tic, tac que amaga con salirse de mi pecho de quinceañera.

Veo. Esa imagen rota, de ti, e imagino un mañana que nos sostenga. Tal vez. Que nos comprenda. Al fin. Que no se pierda entre todos estos eclipses traviesos, sangrantes; crueles y tiernos.

Pienso. En la posibilidad de una isla. En quererte hasta el hueso. En la realidad transitiva que es amar. A lo bestia. Sin piedad.

Siento. Que no hay futuro en este parque de atracciones. Que querer no es cambiar una montaña rusa por un ramo de flores. Muertas. Que el dolor que nos define poco tiene que ver con esta herida abierta de la que se alimentan carroñeros que no pueden -no quieren- esperar. A que nuestros cadáveres se descompongan. A que el recuerdo quede hecho cenizas. A que nos abrasemos en este rojo amanecer que amenaza con no acabar. Nunca. Nunca. Nunca. Jamás.

Alone

Acércame esos labios, más.
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Aunque no pueda llevarte a casa, voy a quedarme con tu alma.

Black celebration

And I feel your warmth
And it feels like home


No hay necesidad de palabras. 

Cuando el cuerpo se convierte en signo,
solo la respiración y la carne [cruda] importan.

In utero

 Escribir es como llorar.

Qué nudos, qué sangre. Todo baja y tiñe el papel, el mar, las sábanas. De negro.

Eva

Ángeles caídos dejándose las intenciones al estallar contra el suelo. Bendito suelo. Ablandando la realidad a bofetadas. Qué pecado original, querida. Qué norma entre las piernas para poder tragar tranquila todas esas manzanas. Caducadas. Bulímica y borracha, de realidad. Vender el simulacro de una vida en el Paraíso por toda esa sangre que te corre trauma abajo. Severa-mente. Sin piedad.

Slow motion suicide

Mujer es un eufemismo, una construcción. Un sueño hecho realidad. ¿De quién?

ELLA

No sé si te corres o finges; si sangras sobre mis piernas o lloras sobre mi hombro.

Interior. Noche.

Miro por la ventana. Soy la única. La única despierta. A las tres de la mañana. Nuevo y bravo mundo en constante descomposición, qué tienes que ofrecerme. Dime. No te lo imploro, te lo exigo. QUÉ TIENES QUE MEREZCA LA PENA. Conjugar todos los verbos terminados en -IR y conformarse con contarlo. JA. Conjurar el mañana como si esta noche no acabara. Jamás. Las aguas se estancan en este corredor sin puertas ni ventanas. Es la noche, dices, que te atrapa. Pero no entiendes que es ahora, y no luego, que me encuentro en la pantalla. Que puedo enfrentarme a toda esta oscuridad y tragarme mis demonios sin apenas masticar. Que acaricio cada deuda para morir, un poco, solo un poco, apoyada en el borde de esta noche fría del alma, donde todo podría cambiar si tuviera fuerzas; donde todo podría ser diferente si YO fuera ELLA.

Hoy

No sueñes. Mata.

Satie

La jupiteriana melancólica. Las notas derramadas. Un mensaje más cordial de lo que debería. Y la gnosis, haciendo de las suyas.

Digestión

Para concretar esto que tengo en el estómago necesito un poema que convierta la angustia en carne, el vacío en arte; la ausencia en un guión a cuatro manos que apenas cueste digerir.